lunes, 16 de junio de 2008

La Palabra Misteriosa de hoy es:

VÉRTIGO

Aquel que quiere permanentemente «llegar más alto» tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo.

¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? ¿Pero por qué también nos da vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.

La comitiva de mujeres desnudas alrededor de la piscina, los cadáveres en el coche fúnebre, que se alegraban de que Teresa estuviese muerta como ellos, ése era el «abajo» que la espantaba, del cual ya había huido una vez, pero que la seducía en secreto. Ese era su vértigo: era la llamada de una dulce (casi alegre) renuncia a su destino y a su alma. Era la llamada de la solidaridad de los imbéciles y en sus momentos de debilidad sentía ganas de obedecer a esa llamada y volver a casa de su madre. Sentía ganas de ordenar que los marinos del alma se retirasen de la cubierta del cuerpo; de sentarse con las amigas de la madre y reírse de que una de ellas ha soltado una sonora ventosidad; de marchar con ellas desnuda alrededor de la piscina y de cantar.

La insoportable levedad del ser
Milan Kundera
Tusquets Editores - colección Fábula

sábado, 7 de junio de 2008

Ars Amatoria o el arte de amar

Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis páginas y ame instruido por mis versos


Es un instructivo para la conquista de amores furtivos con el cual el poeta pretende enseñar técnicas indispensables para la atracción y la seducción tanto a hombres como a mujeres, de acuerdo con lo que dicta su experiencia.

Según Ovidio la seducción y la conquista del deseo del otro es un arte que se puede aprender y practicar, pero entendiendo arte no como una manifestación estética sino como un conjunto de perceptos y reglas para lograr el cometido.

Joven soldado que te alistas en esta nueva milicia, esfuérzate lo primero por encontrar el objeto digno de tu predilección; en seguida trata de interesar con tus ruegos a la que te cautiva, y en tercer lugar, gobiérnate de modo que tu amor viva largo tiempo. Éste es mi propósito (…).

Ovidio en repetidas ocasiones compara el arte de seducir con el de la caza. En primer lugar, dice, es necesario determinar los lugares y tiempos más convenientes para encontrar una presa que cautive al cazador. Por supuesto los alegres festines y banquetes, el teatro, las carreras de briosos corceles, el circo romano, cuando se recrean gloriosas batallas navales y hasta el mismo foro están colmados de hermosuras de variada pinta: vírgenes doncellas, jóvenes y educadas extranjeras o maduras y experimentadas romanas, etc, etc, etc.

El cazador sabe muy bien en que sitio ha de tender las redes a los ciervos y en qué valle se esconde el jabalí feroz. (…) Así, tú que corres tras una mujer que te profese, dedícate a frecuentar los lugares en que se reúnen las bellas.

Avistada la presa, cautivado ya el artista por la bella de su predilección Ovidio recuerda uno de los axiomas de su arte: Primeramente has de abrigar la certeza de que todas pueden ser conquistadas, y las conquistarás preparando astuto las redes.

Y de esta manera el primer libro continúa con varias recomendaciones para ganarse los afectos de la amada y despertar en ella la pasión, cada una ilustrada con anécdotas tomadas de la mitología griega. Termina advirtiendo que

Como son tan variados los temperamentos de la mujer, hay mil diversas maneras de dominarlas (…) unos peces se cogen con el dardo, otros con el anzuelo y los más con las redes que tiende el pescador.

El segundo libro inicia celebrando la conquista del amante y en él Ovidio se ocupa en aconsejar para que la conquista sea perdurable y fructífera. Porque no arguye menos mérito que la conquista el guardar lo conquistado: lo uno es obra del azar y lo otro consecuencia del arte. Y entre otros desprecia la hechicería y resalta el valor del cultivo del alma, la educación, la elocuencia y las buenas maneras en el trato y el comportamiento.

Voy a exponer los medios eficaces de fijar los pasos de ese niño vagabundo que recorre por aquí y allá el vasto universo. Tiene gran ligereza y dos alas para volar; por consiguiente es muy difícil sujetarle al freno.

Tiene tanta confianza el poeta en sus enseñanzas que termina el segundo libro reclamando de sus jóvenes aprendices que canten sus versos y lleven su nombre por todo el globo.

(…) Mozos agradecidos, concededme la palma y ceñid mis cabellos perfumados con guirnaldas de mirto. (…) Jóvenes, ensalzad a vuestro poeta, cantad sus alabanzas y que su nombre corra triunfante por la redondez del orbe. Os he provisto de armas como las que Vulcano entregó a Aquiles; éste venció con ellas; venced vosotros con las que os puse en las manos, y el que con mi feroz acero triunfe de una amazona inscriba sobre su trofeo: “Ovidio fue mi maestro”.

El tercer y último libro está dedicado a armar a las mujeres para la justa lucha. En la lógica del poeta quieren ser conquistadas y en vez de lanzar los dardos su táctica debe ser la de atraer al cazador (que desde este punto de vista se vuelve presa, aún creyéndose cazador), seducirlo, lograr toda su atención y sus esfuerzos.

Con mis lecciones aprenderán amores fáciles y les enseñaré el modo de conseguir sus propósitos. La mujer no sabe resistir las llamas ni las flechas crueles de Cupido; flechas que, a mi juicio, hieren menos hondas en el corazón del hombre.

No pretendo que os prostituyáis, sino libraros de vanos temores.

Para lograr su propósito la mujer debe cuidar el vestido y el maquillaje para resaltar los dones y disimular las macas del rostro y del cuerpo. Pero sobretodo, dice el maestro, debe preocuparse por adornar su alma con el canto, la danza la poesía, conociendo los juegos de la tabla y el ajedrez y cultivando una belleza más perdurable y cara, con buenas maneras, elocuencia, inteligencia y buen humor.

Los consejos cosméticos para corregir los errores de la naturaleza los enseña Ovidio en Sobre la cosmética facial femenina, él asegura que son de mucho provecho para las feas, que son las más, porque aquellas dotadas de belleza pocos reparos necesitan.

Como se trata de amores furtivos y placeres hurtados, Ovidio enseña algunos estratagemas para burlar a los esposos y a los celosos cerberos de las bellas.

Ven a mi escuela y aprenderás el arte de los engaños Aunque te vigilen tantos ojos como tenía Argos, si te empeñas con decisión te reirás de todos. ¿Podrá ningún guardián impedirte que escribas tus billetes en las horas que dedicas al baño y que la confidenta los lleve en el seno cubiertos por un chal o que los sustraigas a la vista metidos en el calzado o bajo la planta del pie?(…) .

Y después de advertir sobre los peligros que corre el amor cuando éste se confía a la más cercana amiga, el ars amatoria remata con algunos trucos para la feliz consumación de tan luchados placeres.

Si merece alguna confianza el arte de que hice tan larga experiencia, cree que mis cantos nunca os engañarán. Siéntese la mujer abrazada hasta la médula de los huesos, y el goce se dividirá por igual entre los dos amantes; que no cesen las dulces palabras, lo suaves murmullos y los deseos atrevidos que estimulan el vigor en tan alegres combates.

El ars amatoria es un divertido y muy elegante poema didáctico sobre la seducción. Ovidio fue un virtuoso poeta romano nacido en el años 43 a.C.; un extraordinario conocedor de la tradición literaria helénica y romana, de la cual se valió frecuentemente para ilustrar cada uno de sus cantos. En su época fueron comunes los manuales sobre pesca, caza, conserva de vinos y cuanta cosa se pueda ocurrir, pero Ovidio fue el único que se sepa que escribiera un manual para el amor. Y si existiese otro dudo mucho tan siquiera se acerque a la elegancia, la ironía y el tono alegre y ligero que logró el maestro Ovidio.


Quien lea este texto se dará cuenta que no ha pasado nada en 2000 años; que nuestras diferencias son ridículamente pequeñas con estos hombres y mujeres a pesar de la distancia y el tiempo que nos separan. En cada página sonreí pensando en aquellos mojigotes e ignorantes que aseguran sin lugar a discusión que “la juventud de ahora está perdida; que son irresponsables y culiprontos; que ya no hay caballeros, etc, etc, etc.). Ignorantes, basta leer tres páginas para enterarse de las mil formas en que las esposas y los secretos amantes burlaban a esposos y a la sociedad para entregarse al placer de la carne.

Yo sólo agregaría uno más a la lista de consejos del gran maestro Ovidio. Tampoco fue dictado por Apolo sino que es aprendido de la experiencia y la observación cuidadosa, aunque mi historial no es tan largo si me jacto de que es muy afortunado. Mi consejo es no recurrír a groseras transformaciones por querer deslumbrar a la amada. Lo fingido, lo falso, suele ser descubierto y terminar en vergüenza y desconfianza que difícilmente se recuperan. En cambio, se debe destacar aquello auténtico que pueda ser atractivo y minorizar los rasgos que creemos desagradables o inconvenientes. Y de nuevo cobra importancia otro consejo vital que data de hace unos pocos miles de años:

conócete a ti mismo




Título: El arte de amar (ars amatoria)
Autor: Publio Ovidio Nason (43 a.C. - 17 d.C.)
Traducción: Francisco Crivell
Editorial: EDAF
ISBN: 84-7166-494-1

martes, 3 de junio de 2008

El temor del crédulo

Si el hombre no tuviese conciencia eterna; si un poder salvaje y efervescente productor de todo, lo grandioso y lo fútil, en el torbellino de las oscuras pasiones, no fuese el fondo de todas las cosas; si bajo ellas se ocultase el vacío infinito que nada puede colmar ¿Qué sería la vida sino desesperación? (…) Si el eterno olvido, siempre hambriento, no se hallase con una potencia de tal fuerza que fuese capaz de arrebatarle la presa que acecha, ¡qué vanidad y qué desolación sería la vida!

Tomado de: Temor y Temblor (Frygt og Boeven, 1843)
Autor: Sören Kierkegard
Traducción: Jaime Grinberg
Editorial: Hyspamérica (Argentina)
Colección: Biblioteca Personal (dir. Jorge Luis Borges)