martes, 11 de marzo de 2008

Nuevas luces para El Túnel

La copiloto de esta trasnochada nave me ha dado luz verde para publicar estos comentarios. Se le agradece (la lectura, los comentarios y el permiso):


Aprovechando este deseo por escribir quisiera comentarte algo que se me ocurrió mientras leía por tercera vez tu texto. Teniendo en cuenta la lectura de Kundera acerca de las "seis casualidades" para que se encuentren Teresa y Tomás (creo que ya la leíste), pensaba si justamente como Castel el primer impulso para buscar pareja es tener una media naranja, un alma gemela, alguien que sirva de espejo y nos permita entendernos o por lo menos justificarnos. Esto nos acercaría a ese oscuro personaje de Castel y si lo piensas bien es una premisa que es bien vista por la sociedad. ¿cuando empieza a ser algo retorcido y tener tintes de dramatismo? Cuando ante estas casualidades (levedades a las que queremos darles peso) buscamos algo metafisico y magico que irremediablemente nos amarra al sentimiento que nos produce el otro, entramos en la psicosis de creer que el otro también está inspirado por el mismo sentimiento y es entonces cuando: " esa historia de amor la desarrolla en su paranoia con base en la contemplación de una pintura, una vacilación en la conversación, el cambio de tono de voz en una llamada telefónica o en la prisa que intuye en la caligrafía de una carta" (Santacruz, 2008).

Hay que estar atento a entender (y a veces a aceptar) que amor no es exclusividad, ni semejanza, ni mimetismo como nos han enseñado; que el otro no es el complemento ni un salvavidas pues cuando nos damos cuenta de la realidad - que el otro respira sin mí, sin dificultad- nos damos cuenta que fuimos escogidos, que la cosa fue voluntaria, no es un sino, un "deber ser". Allí en ese punto es que pueden decidir que " que ella no puede estar con nadie más, que si no desciende a su mugroso y patético subterráneo tampoco puede mantenerse al margen de él en la mundana superficie."

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